11 octubre 2006

Turismo político

Semanario Brecha - Montevideo, Uruguay - 29/04/2005

Buenos Aires cuenta desde hace un tiempo en su acervo de atractivos turísticos con uno que despunta por su particularidad, conocido como el “turismo político”.

Maximiliano Perel
Desde Buenos Aires

Son muchos –principalmente jóvenes europeos– los que llegan y celebran las variadas posibilidades que en este aspecto ofrece la ciudad, con el aliciente de verse favorecidos por un cambio “dulce” (en torno a los cuatro pesos argentinos por euro). Además de poder disfrutar de la tradicional oferta compuesta entre otras cosas por el circuito del tango, la gastronomía autóctona, la visita a Gardel en el cementerio de La Chacarita o los bares que se niegan a abandonar su impronta arrabalera –gracias a la cual sobreviven–, Buenos Aires ofrece una nutrida lista de lugares y actividades que cobran un singular interés para quienes se interesan por las cuestiones políticas y sociales del Tercer Mundo.
Da la sensación de que la historia contemporánea del país hubiese hilado, y tal vez de forma perversa en ciertos casos, una serie de acontecimientos que hacen de algunos sitios visitas obligadas para estos turistas. Tal sería el caso de la célebre y mítica Plaza de Mayo, que en su haber cuenta con los discursos de Perón y Evita y sus concentraciones multitudinarias, el cobarde y beodo desafío de Galtieri, el “felices pascuas, la casa está en orden” de Alfonsín, Maradona con la copa del 86, las Madres con su demanda de juicio y castigo, y, más recientemente, el levantamiento popular que puso en fuga a De la Rúa en diciembre de 2001. Pero el recorrido incluye otros lugares que cobran especial interés no tanto por su belleza sino, a veces, por todo lo contrario: los centros clandestinos de detención de la última dictadura militar, los clubes del trueque, las villas miseria, que gracias al “villa tour” organizado por un atento oportunista y a razón de 60 euros por persona (eso sí, con asado incluido), brinda la posibilidad de observar in situ el hábitat de auténticos pobres tercermundistas.
También en el ámbito de las investiduras hay lugar para estas prácticas: meses atrás, en el marco de su visita a la ciudad, el alcalde berlinés visitó el lugar donde funcionó el centro clandestino de detención conocido como El Olimpo en compañía de su par porteño.
Cristoff, un alemán estudiante de urbanismo, dice que quien viaja por América Latina se posiciona favorablemente en su círculo de amistades (que profesan los mismos gustos, claro está).
El viaje por América Latina ha cambiado de forma sustancial. Si a partir de la revolución cubana de 1959 tal periplo implicaba para muchos la participación en la lucha contra el capitalismo (lucha que se encontraba en su auge y que vislumbraba claras chances de triunfo), hoy ve estribar sus causales en un acercamiento de corte solidario, en una observación participante que busca la obtención de un recuerdo etnográfico –material o emotivo–, la satisfacción de necesidades meramente individualistas o la humanización del capitalismo.

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