02 noviembre 2006

Una vez más, Perón convocó a los argentinos

Los enfrentamientos entre distintos sectores de la sociedad argentina, durante la ceremonia del traslado de los restos del ex presidente Perón, indicó dos cosas: evitar la presencia de Kirchner y la profunda división que existe hoy en día en el peronismo

EL VIOLENTO enfrentamiento entre militantes de la Unión de Obreros de la Construcción de la República Argentina (Uocra) y del Sindicato de Camioneros (que, según trascendidos, fue detonado por disputas para ocupar lugares centrales en el palco aunque es público que responde a luchas internas por poder) opacó lo que, en teoría, debía ser un acto que uniese a todo el peronismo puesto que era el propio Juan Domingo Perón el que convocaba una vez más. A treinta y dos años de su muerte, una de las últimas voluntades, del tres veces presidente, de Argentina pudo ser finalmente cumplida ya que desde el pasado día 17 sus restos descansan en la quinta que le perteneció, en la localidad de San Vicente, Provincia de Buenos Aires.
En el acto iban a estar presentes el Presidente Kirchner, su esposa, la senadora Cristina Fernández y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Felipe Solá; pero los hechos de violencia los hicieron desistir.
La elección del día del traslado, cuya organización es atribuida a dirigentes alineados con el ex presidente Eduardo Duhalde, no es un dato menor puesto que estriba en la conmemoración del hecho fundacional del movimiento que marcó un antes y un después en la historia del país.
El 17 de octubre de 1945, una gigantesca movilización confluyó en la Plaza de Mayo exigiendo la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón, preso en la isla Martín García gracias a las presiones hechas desde el ala conservadora de la dictadura militar que regía el país, la que buscaba frenar el camino de Perón a la presidencia en favor del candidato del conservadurismo, Robustiano Patrón Costas.
Asumiendo en 1943 la Secretaría de Guerra, para posteriormente dirigir la cartera de Trabajo y llegar a la Vicepresidencia de la Nación (sin abandonar ninguno de los cargos), Perón impulsó políticas que significaban claros beneficios para el grueso de la masa trabajadora, los “descamisados”, la que hasta entonces era recurrentemente postergada. Hacia el final de esa jornada histórica Perón es liberado, conquistando la Presidencia de la Nación mediante elecciones libres meses después. Ese día pasa a ser conmemorado dentro del peronismo como el “día de la lealtad peronista”.

El retorno
Pero para el peronismo no es nada nuevo dirimir cuestiones internas a través de la violencia y los hechos de San Vicente remitieron automáticamente a la tragedia de Ezeiza.
En junio de 1973 Perón retornaba al país luego de veintisiete años de exilio y restaba definir quienes serían los que rodearían al líder en su última presidencia. Puesto que el peronismo es un movimiento sumamente heterogéneo, en él había lugar tanto para la derecha sindical como para la juventud revolucionaria, la que nucleada mayoritariamente en la organización Montoneros, y en pleno auge de las ideas tercermundistas, había adoptado al peronismo como un particular camino hacia el socialismo puesto que el grueso de la clase trabajadora continuaba siendo peronista. El enfrentamiento producido en los alrededores del aeropuerto de Ezeiza, y que también opacó el retorno del dirigente, se cobró la vida de varias personas y marca el comienzo de una escalada de violencia en la que, ya hacia los últimos meses de la vida de Perón, terminaría imponiéndose la línea ortodoxa de derecha.
Perón muere a principios de julio de 1974 y el gobierno queda en manos de su esposa, María Estela Martínez, “Isabelita”, mujer de nulo carácter, pasando el poder real a José López Rega, Ministro de Acción Social, ex policía y mentor de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA, un grupo parapolicial dedicado a combatir a la “tendencia revolucionaria”).

Contradicciones
En sus inicios el peronismo estaba dedicado a potenciar el rol estatal, privilegiando políticas sociales, industriales, laborales y a “combatir al capital” según reza la Marcha Peronista, apoyándose en la clase obrera. Tras el retorno a la democracia, en 1983, ha experimentado profundas transformaciones que lo han depositado en la vereda opuesta. Prueba de ello son los diez años que vieron a Carlos Menem en la presidencia, en la que se impulsó el modelo neoliberal que la emprendió precisamente contra el trabajador y la industria. El sindicalismo aceptó los favores económicos a cambio de la inacción y se dedicó a administrar los nuevos negocios que a fuerza de decretos había adquirido.
Con la llegada de Néstor Kirchner el movimiento, sumamente fraccionado tras el enfrentamiento Kirchner – Menem y el posterior Kirchner – Duhalde, toma la impronta de la izquierda peronista y basa su discurso renovador sobre una activa política en materia de Derechos Humanos, además de lograr una pacífica convivencia con la línea ortodoxa sindicalista.

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