18 marzo 2010

¿Quiénes si no?

Justificar a ambos ladosLos partidos políticos argentinos definen sus candidaturas y, sobre todo, marcan sus rivalidades

Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde se preparan para disputarse la candidatura peronista, mientras las postulaciones a la presidencia dividen al golpeado Acuerdo Cívico y Social, donde aparece la figura del vicepresidente Julio Cobos para que algunos propongan y otros denosten su candidatura. En el acuerdo entre Mauricio Macri y Francisco de Narváez, emergieron las aspiraciones encontradas de los dos dirigentes. Y todavía está lejos 2011, el año de las próximas elecciones en Argentina.

Al escenario político argentino parece haberle llegado la hora de blanquear o de oficializar las candidaturas para las elecciones presidenciales de 2011. A los ya autoproclamados precandidatos, hay que sumarles aquellos cuya carrera está a la espera de suavizar asperezas al interior de las alianzas (caso Julio Cobos) o bien de la oficialización (caso Néstor Kirchner).

Mauricio Macri sostiene estos días un enfrentamiento con su ex socio Francisco de Narváez para determinar quién será el candidato presidencial de la derecha. De Narváez tiene ambiciones personales que van más allá de su candidatura a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, acordada en el pacto que hizo con Macri, para quien estaría reservada la candidatura presidencial. Tal vez advirtiendo el desgaste que sufrió Macri al frente del gobierno porteño,
El Colorado camina el país sondeando posibles alianzas y apoyos a su candidatura, que está supeditada a una resolución de la Corte Suprema. Está en duda que pueda aspirar a la presidencia porque el hoy diputado no es ciudadano natural argentino (nació en Colombia) y sus padres no son nacidos no son nacidos en el país, condiciones que impone la Constitución para ser presidente.
Si De Narváez, que integra el peronismo federal (o disidente), persevera en su carrera presidencial, deberá enfrentar a Eduardo Duhalde y -lo que parece ya un hecho- a Néstor Kirchner en las internas del justicialismo, obligatorias con la actual ley electoral.
En la oposición no peronista, el cada vez más corroído Acuerdo Cívico y Social (ACyS), integrado por la Unión Cívica Radical (UCR), la Coalición Cívica y el Partido Socialista, tendría como candidato al actual vicepresidente, Julio Cobos.
Para la UCR el candidato cantado sería Cobos. Primero por el simbolismo que representa la filiación radical del actual vicepresidente, lo que ante la carencia de figuras relevantes no es poca cosa para el centenario partido. También pesa la proyección de Cobos desde el conflicto ruralistas-gobierno y el protagonismo con el que cuenta cada vez que el Congreso debe expedirse sobre los avances del oficialismo, por ejemplo, en la designación de Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central, la ley de impuesto al cheque o la nulidad de los Decretos de Necesidad y Urgencia.
La virtual candidatura de Cobos estaría condicionada por la posible irrupción de otra, la del gobernador socialista de Santa Fe, Hermes Binner. Pero no han llegado señales claras de que Binner dé esa pelea. También la condiciona el rechazo de la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, quien critica que el vicepresidente actúe como integrante del gobierno, del que fue aliado, y como líder opositor. A juicio de Carrió, Cobos ya debería haber renunciado al Ejecutivo. Si finalmente el vicepresidente es proclamado candidato, la Coalición Cívica rompería con la UCR, lo que debilitaría de forma considerable al ACyS a un año y medio de las elecciones.

Kirchner vs. Duhalde
En el peronismo disidente, y luego de haber efectuado un “operativo desgaste” sobre Carlos Reutemann, Eduardo Duhalde se lanzó al ruedo en diciembre con la misión de desalojar a los Kirchner del poder. Llama la atención que ese objetivo es acotado y no lo acompaña ni un esbozo de proyecto, más allá de lo que se pueda imaginar por la trayectoria de Duhalde. Su gestión provisional (enero 2002-mayo 2003), luego del derrumbe del gobierno de Fernando de la Rúa, poco margen le dejó para plasmar su impronta, aunque la pesificación asimétrica para salir de la convertibilidad o el recurso a la represión para mitigar la protesta social pueden servir de ejemplos.
“Kirchner camina lentamente hacia el féretro”, auguró la semana pasada Duhalde, mientras que ante las cámaras del canal TN dijo: “De que al justicialismo no lo esté conduciendo Kirchner me encargo yo, porque puedo”. Para ello, agregó el caudillo bonaerense, “esperen 120 días y no me van a tener que preguntar por qué”, sin dar más precisiones.
Pero Kirchner será un hueso muy duro de roer para Duhalde. Pese a que no es oficial, tácitamente está claro que él será el candidato por el oficialismo. Tras haber reasumido la conducción del Partido Justicialista el miércoles, en un acto en la provincia de Chaco, convocó al día siguiente a unas 40.000 personas en otro acto, realizado en la cancha del club Ferrocarril Oeste.
Kirchner dijo en su discurso: “Estamos dispuestos a gobernar la patria hasta el 2020 porque tenemos toda la fuerza. Este proyecto político no está basado en individualidades”, mientras propuso imitar el ejemplo frentista del Frente Justicialista de Liberación (el Frejuli que llevó a Héctor Cámpora a la presidencia en 1973). Tal vez porque el acto fue convocado por sectores identificados con el peronismo de izquierda de los años 70, o por su alejamiento de las organizaciones sociales que apuntalaron el endeble poder con el que contaba a comienzos de su gestión en 2003, en las palabras de Kirchner subyace cierta intención de volver a la transversalidad que abandonó para conducir desde las estructuras clásicas del partido. ■

Nota publicada en la diaria, Montevideo - Uruguay, el 17 de marzo de 2010.

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