09 junio 2010

¿Como en el 86?


Hechos y coincidencias que alimentan el optimismo argentino en la previa del Mundial sudafricano

El prólogo indica que éste debe ser el Mundial de Argentina. La sentencia tiene argumentos más que suficientes si miramos el plantel: el mejor del mundo, el que definió la final de la Champions League, el que con sus goles impide más papelones en el Real Madrid, otro que con sus goles hizo crecer al modesto Manchester City y otros tantos, que, si bien no concretaron campañas descollantes, demostraron que conservan intacto su nivel. Pero para este grupo de 35 millones de técnicos que tiene Argentina como población, la selección debe obtener la copa por razones que exceden lo futbolístico y que van de la mano de la mística, de las coincidencias y, claro está, de la impronta que caracterizó a Diego Armando Maradona más allá de su irrepetible talento: amor incondicional por la camiseta. Ello se traduce en bajar a defender como el mejor cuando te están cascoteando el rancho, jugar en una pierna como contra Brasil en el 90 y sacar de la galera un pase-gol exquisito o putear a todos los italianos, en Italia, cuando le silbaron el himno.

En la fase de grupos, Argentina tendrá rivales que traen hermosos recuerdos para el hincha albiceleste. Corea del Sur y Grecia fueron también rivales de grupo, el primero en México 86 y el segundo en Estados Unidos 94. El final feliz de 1986 y la aplanadora que por delantera tenía la selección argentina en 1994 (Batistuta, Caniggia, Maradona) sólo traen sonrisas. Pero hay más felices coincidencias. Argentina tiene al mejor jugador del mundo en la cancha (como en el 86) y ese del 86 ahora es el técnico, y el hoy manager fue el técnico que la sacó campeona en México. Y esta vez, en lugar de clasificar “caminando” y volverse de anteriores mundiales con las manos vacías, Argentina tuvo que sudar la gota gorda en el Centenario con ese agónico gol de Mario Bolatti, aunque no tan agónico como el de Daniel Passarella a Perú para entrar por la ventana a México 86.

Los recordados enfrentamientos entre hinchas de Boca y Chacarita, y entre éstos y algunos hooligans en México, suman otra coincidencia -ciertamente nada feliz- respecto del protagonismo que adquirieron los barrabravas. Varios han ocupado butacas en el chárter que llevó a la selección a Sudáfrica y hoy deambulan como Perico por su casa en Pretoria, intentando obtener algo de efectivo para solventar la estadía, que, según parece, promete ser extensa. Cuando el tema saltó al tapete, casi todos se abrieron de piernas y dejaron pasar la pelota, salvo uno, que siempre le puso el cuerpo a la más fea si nos paramos dentro de los límites del campo de juego. Diego Maradona la puso contra el piso y, tras levantar la cabeza, con su mágica zurda le puso un pase-gol a Don Julio Grondona para que dé cuentas del asunto. Resultado: no hemos recibido explicación alguna, desde luego.

Si hablamos de la esencia de aquella selección que conquistó el título en México, “la base está”, diría el Bambino Veira, sólo que actualizada por el obvio recambio generacional. Brasil y España llegan como favoritos, mientras que Argentina llega de punto, por suerte, como en el 86.

Nota publicada en el suplemento El mundo hecho pelota de La Diaria, Montevideo- Uruguay, el miércoles 9 de junio de 2010.

No hay comentarios.: