
Alejandro Dolina nos recibe en la sala Pablo Picasso del complejo teatral La Plaza de Buenos Aires. Minutos antes de salir al aire, nos permite abordar algunos tópicos de su vida como el peronismo, las ausencias, la escritura y el hombre de radio. También se refiere a su ya polémico pase a Radio 10 y al poco feliz desenlace que tuvo un reportaje que le efectuara la revista Veintitrés, el que generó su reacción ya que se insistía en vincularlo a los medios intervenidos por los militares durante la última dictadura. Dolina descrito por Dolina desde su prosa oral.
-Para comenzar me gustaría hablar del “primer” Dolina, si fue primero el músico o el escritor.
-Está bien eso. Yo creo que fue el escritor, no sólo desde el punto de vista profesional, que ciertamente lo fue, ya que las primeras actividades pagas que tuve en alguna cuestión artística estaban relacionadas con la escritura, pero también es cierto que históricamente, visto desde el interés, posiblemente yo haya estado en la niñez más involucrado en la escritura que en cualquier otra cosa. De todos modos la música siempre estuvo acompañando todo probablemente de un modo menos intenso porque yo no tengo una formación musical de tipo académico, podríamos decir, como sí, por ejemplo, la formación que tengo como lector si es que no como escritor. Entonces, siempre he tenido más pudor por las cosas musicales, pero históricamente también aparece el músico de forma muy temprana tanto cuando chico como aficionado, como también ya siendo joven adolescente con unos quintetos de porquería que tenía yo por ahí. Pero podríamos decir, si se trata de ser minuciosos y precisos, que la primera cosa que apareció fue el interés por la escritura.
-¿Y esos quintetos en qué estilos incursionaban?
-En general eran quintetos vocales... quintetos y sextetos vocales. Cuando era chico yo tuve mucha predisposición para la música coral y en cierto modo también estaba de moda: aparecían por allá el Grupo Vocal Argentino, Buenos Aires Ocho y nos gustaba a todos seguir esos pasos. Es curioso que, a la vuelta de los años, mi hijo tenga ahora un sexteto vocal -que es estupendo verdaderamente-, el Sexteto Cabernet, y me parece que él ha conseguido cosas muy superiores a las que nosotros hacíamos en aquel tiempo porque la música tiene mucho de descubrimiento, especialmente la música popular que se va haciendo cada año más profesional, más perfecta, y entonces, lo que a nosotros nos parecía muy audaz ahora ya es cosa de todos los días y estas audacias que hacen ellos nosotros no las teníamos en el alma.
-¿Cómo aparece la radio en tu vida?
La radio empieza de casualidad. Yo nunca me preparé para hacer radio.
-¿Nunca lo habías pensado?
Posiblemente sí, pero como uno tiene en mente cosas tales como ser campeón mundial de los medio-pesados. Quiero decir, que aparece de casualidad porque en una prehistoria Ulanovsky y Mactas me convocaron para que colaborara con un programa que tenían en mente y así fue durante un tiempo breve; un tiempo breve en razón de la caída del gobierno democrático. Después de la dictadura tuve recién mi programa de radio que fue éste, “Demasiado tarde para lágrimas”, que también fue algo casual porque Adolfo Castelo me convocó para hacer una cosa a la noche. Yo no estaba muy entusiasmado -nadie podría estarlo realmente- ya que era un programa a la una de la mañana (yo calculé que nos iban a escuchar sólo los parientes), y él me pidió, recuerdo, que probáramos... y probamos y resultó, y todavía sigue siendo este programa. Pero esa fue una casualidad: si el programa no hubiera tenido el curioso éxito que tuvo, yo no hubiera insistido porque yo no tengo una vocación radial muy fuerte. Es más, yo creo que este programa es un “aquí entre nosotros”, me parece que no es un programa de radio y está más bien relacionado con el café-concert. Incluso, el hecho de que tenga público ya es un buen dato.
-Yo iba a decir una charla pública
-Claro, algo así, a mitad de camino entre el charlista, el payador, tal vez algún juego mínimo de teatralidad, pero de radio hay poquito.
-Hace unos instantes hacías referencia al período dictatorial. ¿Cómo lo viviste? ¿Tuviste que exiliarte?
-No estuve exiliado, aunque sí lo estuvieron amigos, familiares, que incluso han sido muertos por la dictadura. El caso principal es de Manuel Ivecos, que no es otro que el Manuel Mandeb de mis cuentos. Yo puedo decir que era mi mejor amigo de aquellos años, amigo y benefactor, y él, que era abogado, empezó a defender a algunos presos políticos y un día lo asesinaron. Lo peor es que yo no me pude enterar de su muerte hasta un par de años de sucedida. Él estuvo en mi casa viviendo algún tiempo y aparecía, se iba, y un día dejó de verme y yo comprendí después, con los años, que lo había hecho a propósito para protegerme. Eso me produjo una enorme tristeza pero también una gran ternura... una amiga en común me entregó una guitarrita, una especie de laúd, que él le dejó a ella para mí... y esto sucedió también muchos años después de su muerte, luego de la caída de la dictadura. Para mí aquellos años fueron muy difíciles, muy llenos de ausencia, algunos se exiliaron también... yo no hacía nada porque era un tipo tan estúpido que ni siquiera podía aspirar a tener un problema más allá de los que pudo haberme traído el hecho de haber trabajado en la revista Humor, que era una revista opositora... pero sí hubo mucho dolor. Recuerdo a Enrique Rap, que también fue amigo mío y también fue asesinado.
-¿Pudiste trabajar como lo hubieras deseado durante ese tiempo?
-No. En esos años trabajé como redactor publicitario. Hicimos un intento con Adolfito Castelo de trabajar creo que en Radio Belgrano y duramos dos semanas... pero tampoco queríamos ya que era muy difícil.
-¿Te esperabas la polémica que se generó por a tu pase a Radio 10?
No. Y me sorprendió muchísimo la estupidez y la bajeza de esa nota (publicada en la revista Veintitrés). Primeramente porque habían prometido no publicarla. También esa nota implicaba la tergiversación de algunas opiniones, como la de Enrique Vázquez, que me llamó diciéndome que jamás había dicho lo que le atribuían, que yo era un hombre de derechas, que estaba bien en esta radio, etc, etc. Yo creo que la idea de que el empleado no debe participar necesariamente de la ideología del empleador era una idea suficientemente clara y expuesta en mil foros de enseñanza, de pensamiento: no me parecía una verdad que habría que descubrir todavía, pero me sorprendió mucho realmente.
-Pese a que esta emisora genera reacciones por su discurso de derecha, tu programa no se caracteriza precisamente por abordar cuestiones políticas o ideológicas.
-No, pero tampoco se caracteriza por ceñirse a las directivas de emisora alguna. La verdad es que yo no me siento muy cerca de los dueños de mis anteriores radios como poca gente se siente cerca de sus empleadores, pensé que esto estaba muy claro. Desde luego que si uno examina las realidades políticas y la historia de la formación de las distintas opiniones políticas obtiene que ese enfrentamiento entre el tipo que te emplea y el empleado es básico a la hora del pensamiento político. Y sin embargo, existe, sino los obreros tendrían que darse empleo entre ellos... pero me sorprendió mucho. Me sorprendió también la bajeza de los muchachos que hicieron la nota, una gran estupidez, una gran cobardía y de un enorme doblez ya que no cumplieron ni una sola de las promesas que hicieron.
-Y más allá de las puntuales cuestiones profesionales, ¿vos te planteaste el asunto antes de decidir pasar a esta emisora si bien no esperabas esta polémica?
-No, pero tampoco me pareció que se tratase de una cosa de conciencia, y quisiera agregar esto a una contestación anterior, pero yo tampoco me siento cerca de la gente de Continental y si he de ser sincero me parece que la gente de Radio 10 son personas mucho más serias desde el punto de vista profesional y no me parece que políticamente estén cerca de mí ni éstos ni los otros... ni éstos ni los otros, pero no me parecía decisivo ni siquiera posible que el dueño de alguna radio tuviese que pensar como yo para aceptar un trabajo. Bueno sería, ¿no? Lo que sí es importante es la clase de relación laboral que se viniera a establecer: si esta gente me hubiera dicho “mire, hable bien de Mussolini”, probablemente yo no hubiese aceptado esa sugerencia, pero nunca me hicieron ninguna sugerencia como ninguna me hicieron antes nunca y como no se hace en realidad. Es mentira que uno va a trabajar a una radio y el tipo dice: “mire, hable bien de la derecha”. No sucede eso.
-Ya que estamos en cuestiones políticas te quería preguntar cómo surge tu acercamiento al peronismo
-Y surge... En mi casa no eran peronistas sino radicales y yo en algún momento, a partir de lecturas de Arturo Jauretche, de esos tipos, empecé a acortar un poco las distancias que había en mis prejuicios juveniles que me encaminaron primero hacia la izquierda y después hacia el peronismo.
-Y esto también viene a que el peronismo es un fenómeno político de muy difícil comprensión tal vez...
-Es muy difícil, incluso para aquellos que estamos cerca. Y nótese que digo “cerca” y no “dentro”.
-Sí, y más para aquellos que lo ven desde fuera de la Argentina y que, por ejemplo, no pueden comprender cómo la izquierda y la derecha conviven, o hayan podido convivir dentro del mismo movimiento
-Es verdad. Dentro del peronismo hay tanto expresiones de derecha como de izquierda. Antes se explicaba más fácil que ahora y yo creo que el destino del peronismo en ese sentido es, acaso, una separación de aguas. Antes se explicaba desde el punto de vista del corte nacional. Había gente de izquierda pero que privilegiaba el corte nacional antes que el corte ideológico tradicional, propio de la Revolución Francesa. Pero me parece que ahora, especialmente con la aparición del ala liberal del peronismo que fue el menemismo, se hace necesario un poco más de claridad y un replanteo de las posiciones tradicionales del peronismo.
-Y si el propio peronismo es difícil de explicar, qué quedará si intentamos hacerlo con el sentimiento peronista...
-Es que el sentimiento, justamente como no hay necesidad de explicarlo, resulta más fácil para comprender por qué uno se hace peronista. Si a mí me lo preguntaran diría que sí, que tal vez leyendo comprendí algunas cosas, o creí comprenderlas, pero a mí me resulta más fácil querer al pueblo peronista que al partido justicialista y allí, desde el afecto, a lo mejor se podría comprender más fácilmente al peronismo.
-¿Y si tuvieses que explicárselo a alguien que no tiene ni la más mínima idea sobre el asunto?
-Le diría que casi todos los pobres de la Argentina son peronistas.
-Cambiando de tema, y teniendo en cuenta que tu programa es muy escuchado en Uruguay, te quería preguntar que impresiones te ha dejado el conflicto de las plantas de celulosa.
-Si, yo tengo una gran vinculación afectiva e intelectual con Uruguay. El conflicto me sorprendió casi tanto como este episodio que acabamos de mentar (la polémica por su pase a Radio 10). A mí, sinceramente, me parece que los cortes de ruta forman parte de una pulsión negativa de la sociedad argentina ante los vaivenes políticos. Hay algunas formas de protesta que creo son primero ineficaces, y después, antipáticas y confusas desde el punto de vista ideológico. Un ejemplo de eso es el cacerolazo: cuando aparece el fenómeno del corralito en la Argentina empiezan a manifestar los inversores en dólares junto a los pobres... yo percibí que ahí había alguna cosa... ¿qué es esta cosa? Bueno, a lo mejor, por un lado, una exageración mediática de lo que estaba ocurriendo, o una inspiración mediática, y por otro lado una pulsión destructora -que se da especialmente en la ciudad de Buenos Aires-, un afán de justicia más parecido a la queja del pasajero de un hotel cuyos servicios no le resultan suficientes. Todo está muy teñido de individualismo, de violencia, de reacción futbolística y, en este último caso, de chauvinismo y de xenofobia, que en el caso de la República Oriental (sic) viene a resultar una verdadera paradoja porque un criollo nunca considera extranjero a un oriental, de manera que es una cosa que no tiene sentido y no nos hace bien a ninguno.
-Entonces, y sin pedirte que hagas futurología, ¿cómo sigue esto?
-Yo creo que debería seguir desde el punto de vista más estrictamente legal. Debería estar en manos de abogados y leguleyos y dejar de involucrar al pueblo, que poco entiende de estas cuestiones, que tienen su importancia pero que de ningún modo pueden tenerla al punto de lesionar nuestra hermandad. A mí los cortes de ruta me parecen verdaderamente un sopapo.
-Ya que comenzamos la nota hablando del “primer” Dolina, y para terminar, ¿qué nos podés decir de la versión actual?
-Yo me veo mejor que antes, más trabajador, más emprendedor y gracias a la radio, que me obliga a estudiar más que cuando estaba en la universidad, me parece que más estudioso. El futuro seguramente estará más relacionado seguramente con la escritura, al igual que el “primer” Dolina.
-Muchas gracias
-Muchas gracias a vos y un cariño muy grande a los muchachos.
-Está bien eso. Yo creo que fue el escritor, no sólo desde el punto de vista profesional, que ciertamente lo fue, ya que las primeras actividades pagas que tuve en alguna cuestión artística estaban relacionadas con la escritura, pero también es cierto que históricamente, visto desde el interés, posiblemente yo haya estado en la niñez más involucrado en la escritura que en cualquier otra cosa. De todos modos la música siempre estuvo acompañando todo probablemente de un modo menos intenso porque yo no tengo una formación musical de tipo académico, podríamos decir, como sí, por ejemplo, la formación que tengo como lector si es que no como escritor. Entonces, siempre he tenido más pudor por las cosas musicales, pero históricamente también aparece el músico de forma muy temprana tanto cuando chico como aficionado, como también ya siendo joven adolescente con unos quintetos de porquería que tenía yo por ahí. Pero podríamos decir, si se trata de ser minuciosos y precisos, que la primera cosa que apareció fue el interés por la escritura.
-¿Y esos quintetos en qué estilos incursionaban?
-En general eran quintetos vocales... quintetos y sextetos vocales. Cuando era chico yo tuve mucha predisposición para la música coral y en cierto modo también estaba de moda: aparecían por allá el Grupo Vocal Argentino, Buenos Aires Ocho y nos gustaba a todos seguir esos pasos. Es curioso que, a la vuelta de los años, mi hijo tenga ahora un sexteto vocal -que es estupendo verdaderamente-, el Sexteto Cabernet, y me parece que él ha conseguido cosas muy superiores a las que nosotros hacíamos en aquel tiempo porque la música tiene mucho de descubrimiento, especialmente la música popular que se va haciendo cada año más profesional, más perfecta, y entonces, lo que a nosotros nos parecía muy audaz ahora ya es cosa de todos los días y estas audacias que hacen ellos nosotros no las teníamos en el alma.
-¿Cómo aparece la radio en tu vida?
La radio empieza de casualidad. Yo nunca me preparé para hacer radio.
-¿Nunca lo habías pensado?
Posiblemente sí, pero como uno tiene en mente cosas tales como ser campeón mundial de los medio-pesados. Quiero decir, que aparece de casualidad porque en una prehistoria Ulanovsky y Mactas me convocaron para que colaborara con un programa que tenían en mente y así fue durante un tiempo breve; un tiempo breve en razón de la caída del gobierno democrático. Después de la dictadura tuve recién mi programa de radio que fue éste, “Demasiado tarde para lágrimas”, que también fue algo casual porque Adolfo Castelo me convocó para hacer una cosa a la noche. Yo no estaba muy entusiasmado -nadie podría estarlo realmente- ya que era un programa a la una de la mañana (yo calculé que nos iban a escuchar sólo los parientes), y él me pidió, recuerdo, que probáramos... y probamos y resultó, y todavía sigue siendo este programa. Pero esa fue una casualidad: si el programa no hubiera tenido el curioso éxito que tuvo, yo no hubiera insistido porque yo no tengo una vocación radial muy fuerte. Es más, yo creo que este programa es un “aquí entre nosotros”, me parece que no es un programa de radio y está más bien relacionado con el café-concert. Incluso, el hecho de que tenga público ya es un buen dato.
-Yo iba a decir una charla pública
-Claro, algo así, a mitad de camino entre el charlista, el payador, tal vez algún juego mínimo de teatralidad, pero de radio hay poquito.
-Hace unos instantes hacías referencia al período dictatorial. ¿Cómo lo viviste? ¿Tuviste que exiliarte?
-No estuve exiliado, aunque sí lo estuvieron amigos, familiares, que incluso han sido muertos por la dictadura. El caso principal es de Manuel Ivecos, que no es otro que el Manuel Mandeb de mis cuentos. Yo puedo decir que era mi mejor amigo de aquellos años, amigo y benefactor, y él, que era abogado, empezó a defender a algunos presos políticos y un día lo asesinaron. Lo peor es que yo no me pude enterar de su muerte hasta un par de años de sucedida. Él estuvo en mi casa viviendo algún tiempo y aparecía, se iba, y un día dejó de verme y yo comprendí después, con los años, que lo había hecho a propósito para protegerme. Eso me produjo una enorme tristeza pero también una gran ternura... una amiga en común me entregó una guitarrita, una especie de laúd, que él le dejó a ella para mí... y esto sucedió también muchos años después de su muerte, luego de la caída de la dictadura. Para mí aquellos años fueron muy difíciles, muy llenos de ausencia, algunos se exiliaron también... yo no hacía nada porque era un tipo tan estúpido que ni siquiera podía aspirar a tener un problema más allá de los que pudo haberme traído el hecho de haber trabajado en la revista Humor, que era una revista opositora... pero sí hubo mucho dolor. Recuerdo a Enrique Rap, que también fue amigo mío y también fue asesinado.
-¿Pudiste trabajar como lo hubieras deseado durante ese tiempo?
-No. En esos años trabajé como redactor publicitario. Hicimos un intento con Adolfito Castelo de trabajar creo que en Radio Belgrano y duramos dos semanas... pero tampoco queríamos ya que era muy difícil.
-¿Te esperabas la polémica que se generó por a tu pase a Radio 10?
No. Y me sorprendió muchísimo la estupidez y la bajeza de esa nota (publicada en la revista Veintitrés). Primeramente porque habían prometido no publicarla. También esa nota implicaba la tergiversación de algunas opiniones, como la de Enrique Vázquez, que me llamó diciéndome que jamás había dicho lo que le atribuían, que yo era un hombre de derechas, que estaba bien en esta radio, etc, etc. Yo creo que la idea de que el empleado no debe participar necesariamente de la ideología del empleador era una idea suficientemente clara y expuesta en mil foros de enseñanza, de pensamiento: no me parecía una verdad que habría que descubrir todavía, pero me sorprendió mucho realmente.
-Pese a que esta emisora genera reacciones por su discurso de derecha, tu programa no se caracteriza precisamente por abordar cuestiones políticas o ideológicas.
-No, pero tampoco se caracteriza por ceñirse a las directivas de emisora alguna. La verdad es que yo no me siento muy cerca de los dueños de mis anteriores radios como poca gente se siente cerca de sus empleadores, pensé que esto estaba muy claro. Desde luego que si uno examina las realidades políticas y la historia de la formación de las distintas opiniones políticas obtiene que ese enfrentamiento entre el tipo que te emplea y el empleado es básico a la hora del pensamiento político. Y sin embargo, existe, sino los obreros tendrían que darse empleo entre ellos... pero me sorprendió mucho. Me sorprendió también la bajeza de los muchachos que hicieron la nota, una gran estupidez, una gran cobardía y de un enorme doblez ya que no cumplieron ni una sola de las promesas que hicieron.
-Y más allá de las puntuales cuestiones profesionales, ¿vos te planteaste el asunto antes de decidir pasar a esta emisora si bien no esperabas esta polémica?
-No, pero tampoco me pareció que se tratase de una cosa de conciencia, y quisiera agregar esto a una contestación anterior, pero yo tampoco me siento cerca de la gente de Continental y si he de ser sincero me parece que la gente de Radio 10 son personas mucho más serias desde el punto de vista profesional y no me parece que políticamente estén cerca de mí ni éstos ni los otros... ni éstos ni los otros, pero no me parecía decisivo ni siquiera posible que el dueño de alguna radio tuviese que pensar como yo para aceptar un trabajo. Bueno sería, ¿no? Lo que sí es importante es la clase de relación laboral que se viniera a establecer: si esta gente me hubiera dicho “mire, hable bien de Mussolini”, probablemente yo no hubiese aceptado esa sugerencia, pero nunca me hicieron ninguna sugerencia como ninguna me hicieron antes nunca y como no se hace en realidad. Es mentira que uno va a trabajar a una radio y el tipo dice: “mire, hable bien de la derecha”. No sucede eso.
-Ya que estamos en cuestiones políticas te quería preguntar cómo surge tu acercamiento al peronismo
-Y surge... En mi casa no eran peronistas sino radicales y yo en algún momento, a partir de lecturas de Arturo Jauretche, de esos tipos, empecé a acortar un poco las distancias que había en mis prejuicios juveniles que me encaminaron primero hacia la izquierda y después hacia el peronismo.
-Y esto también viene a que el peronismo es un fenómeno político de muy difícil comprensión tal vez...
-Es muy difícil, incluso para aquellos que estamos cerca. Y nótese que digo “cerca” y no “dentro”.
-Sí, y más para aquellos que lo ven desde fuera de la Argentina y que, por ejemplo, no pueden comprender cómo la izquierda y la derecha conviven, o hayan podido convivir dentro del mismo movimiento
-Es verdad. Dentro del peronismo hay tanto expresiones de derecha como de izquierda. Antes se explicaba más fácil que ahora y yo creo que el destino del peronismo en ese sentido es, acaso, una separación de aguas. Antes se explicaba desde el punto de vista del corte nacional. Había gente de izquierda pero que privilegiaba el corte nacional antes que el corte ideológico tradicional, propio de la Revolución Francesa. Pero me parece que ahora, especialmente con la aparición del ala liberal del peronismo que fue el menemismo, se hace necesario un poco más de claridad y un replanteo de las posiciones tradicionales del peronismo.
-Y si el propio peronismo es difícil de explicar, qué quedará si intentamos hacerlo con el sentimiento peronista...
-Es que el sentimiento, justamente como no hay necesidad de explicarlo, resulta más fácil para comprender por qué uno se hace peronista. Si a mí me lo preguntaran diría que sí, que tal vez leyendo comprendí algunas cosas, o creí comprenderlas, pero a mí me resulta más fácil querer al pueblo peronista que al partido justicialista y allí, desde el afecto, a lo mejor se podría comprender más fácilmente al peronismo.
-¿Y si tuvieses que explicárselo a alguien que no tiene ni la más mínima idea sobre el asunto?
-Le diría que casi todos los pobres de la Argentina son peronistas.
-Cambiando de tema, y teniendo en cuenta que tu programa es muy escuchado en Uruguay, te quería preguntar que impresiones te ha dejado el conflicto de las plantas de celulosa.
-Si, yo tengo una gran vinculación afectiva e intelectual con Uruguay. El conflicto me sorprendió casi tanto como este episodio que acabamos de mentar (la polémica por su pase a Radio 10). A mí, sinceramente, me parece que los cortes de ruta forman parte de una pulsión negativa de la sociedad argentina ante los vaivenes políticos. Hay algunas formas de protesta que creo son primero ineficaces, y después, antipáticas y confusas desde el punto de vista ideológico. Un ejemplo de eso es el cacerolazo: cuando aparece el fenómeno del corralito en la Argentina empiezan a manifestar los inversores en dólares junto a los pobres... yo percibí que ahí había alguna cosa... ¿qué es esta cosa? Bueno, a lo mejor, por un lado, una exageración mediática de lo que estaba ocurriendo, o una inspiración mediática, y por otro lado una pulsión destructora -que se da especialmente en la ciudad de Buenos Aires-, un afán de justicia más parecido a la queja del pasajero de un hotel cuyos servicios no le resultan suficientes. Todo está muy teñido de individualismo, de violencia, de reacción futbolística y, en este último caso, de chauvinismo y de xenofobia, que en el caso de la República Oriental (sic) viene a resultar una verdadera paradoja porque un criollo nunca considera extranjero a un oriental, de manera que es una cosa que no tiene sentido y no nos hace bien a ninguno.
-Entonces, y sin pedirte que hagas futurología, ¿cómo sigue esto?
-Yo creo que debería seguir desde el punto de vista más estrictamente legal. Debería estar en manos de abogados y leguleyos y dejar de involucrar al pueblo, que poco entiende de estas cuestiones, que tienen su importancia pero que de ningún modo pueden tenerla al punto de lesionar nuestra hermandad. A mí los cortes de ruta me parecen verdaderamente un sopapo.
-Ya que comenzamos la nota hablando del “primer” Dolina, y para terminar, ¿qué nos podés decir de la versión actual?
-Yo me veo mejor que antes, más trabajador, más emprendedor y gracias a la radio, que me obliga a estudiar más que cuando estaba en la universidad, me parece que más estudioso. El futuro seguramente estará más relacionado seguramente con la escritura, al igual que el “primer” Dolina.
-Muchas gracias
-Muchas gracias a vos y un cariño muy grande a los muchachos.
Nota publicada en el semanario Brecha, Montevideo - Uruguay, del 30 de Marzo de 2007.
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