
Gobierno versus productores agropecuarios: la reedición de un clásico argentino.
El conflicto entre el gobierno argentino y las gremiales agropecuarias reedita un antagonismo histórico, cultural y de clases sociales. Hoy aparece opacado porque el factor económico es el que predomina en la pugna, pero ese antagonismo está presente en la Argentina desde el surgimiento de la figura de Juan Domingo Perón, incluso antes deque se convirtiera en presidente. Otra vez, cada cual ocupa el rol que siempre ocupó en la historia.
A FINES DEL SIGLO XIX y principios del XX, el conservadurismo cívico-militar neutralizó a sangre y fuego las diferentes organizaciones sindicales que jaqueaban su hegemonía, en especial las anarquistas. Tiempo después, la idea de una Argentina liberal y europeizada, gobernada por y para la oligarquía, se ve otra vez amenazada por el movimiento que se generó en torno a Perón. El mítico líder lo hizo propio luego y adquirió una fuerza abrumadora que capitalizó el declive anarquista y socialista, al tiempo que conseguía la adhesión de las nuevas generaciones. Así hegemonizó la representación obrera y la lucha por sus reivindicaciones, que fueron un pilar fundamental para su ascenso al poder.
Con Perón en la presidencia y el trabajo social de la primera dama Evita -además del positivo contexto económico propiciado por la posguerra-, en Argentina se consolidaron profundas transformaciones económicas y sociales. Los sectores postergados lograron penetrar en ámbitos que hasta entonces les eran vedados: la vida política, el consumo de bienes, servicios y cultura. Con ello llegó también una significativa transformación fisonómica y social de la capital, como consecuencia de la gran migración interna que propició el desarrollo industrial.
Perón, en sus dos primeras presidencias (1946 a 1955), gobernó Argentina construyendo de forma creciente un poder casi absoluto. Fundado esencialmente en el apoyo incondicional de los sectores populares, su crecimiento generó odios irreconciliables con las clases tradicionales, las que jamás admitieron la idea de que aquellos que siempre fueron sus subordinados gobernaran el país. Mientras, éstos respondían con vehemencia desde distintos frentes: el trabajo de la carismática Evita, el movimiento sindical y el aporte desde el trabajo político e intelectual de John William Cooke (referente político de la izquierda peronista de entonces), entre otros actores.
Desde el golpe de Estado de 1955 que derrocó a Perón -autodenominado Revolución Libertadora- hasta el triunfo de Héctor Cámpora en 1973, se desarrollaron en el interior del movimiento peronista dos tendencias que con el tiempo también se volverían antagónicas.
Desde el golpe de Estado de 1955 que derrocó a Perón -autodenominado Revolución Libertadora- hasta el triunfo de Héctor Cámpora en 1973, se desarrollaron en el interior del movimiento peronista dos tendencias que con el tiempo también se volverían antagónicas.
Por un lado, la línea ortodoxa tuvo como principal ámbito de acción una creación del peronismo, la Confederación General del Trabajo (CGT), desde la cual se practicó un sindicalismo burócrata, conservador en lo ideológico y con tendencia a negociar con los gobiernos de turno, fuesen civiles o militares. Este sector tuvo en sus comienzos una contracara en otros dirigentes gremiales peronistas y en la creación de una central sindical disidente como la CGT de los Argentinos, que surgió para reorientar la lucha sindical peronista hacia otros objetivos que, como describe Rodolfo Walsh en ¿Quién mató a Rosendo?, no fuesen la carrera de dirigentes gremiales cuyo arquetipo era el por entonces líder de la CGT, Augusto Timoteo Vandor.
Por otro lado, y poco tiempo después, en el contexto de movilización social y política que experimentaba Latinoamérica en las décadas de 1960 y 1970, apareció la tendencia revolucionaria. Surgida de los sectores medios católicos, y luego de diversas fusiones con otras organizaciones armadas, alcanzó su máxima gravitación en la organización Montoneros y en la Juventud Peronista, su brazo político.
Por otro lado, y poco tiempo después, en el contexto de movilización social y política que experimentaba Latinoamérica en las décadas de 1960 y 1970, apareció la tendencia revolucionaria. Surgida de los sectores medios católicos, y luego de diversas fusiones con otras organizaciones armadas, alcanzó su máxima gravitación en la organización Montoneros y en la Juventud Peronista, su brazo político.
El peronismo de los Kirchner
En la Juventud Peronista los Kirchner se iniciaron en la vida política. De ella tomaron su impronta,aunque cambiando la idea del peronismocomo particular camino hacia el socialismo por la tradicionallucha por la justicia social.
Luego de una larga esperadurante la década de Carlos Menem, la de 1990, tiempo en el que fueron actores moderados y poco críticos, les llegó su tiempo a los Kirchner, tras la crisis política, económica, social e institucional de 2001 y el gobierno de transición de Eduardo Duhalde.
Néstor Kirchner, delfín de Duhalde al comienzo de ese período, se mostró como el conductor de quienes abandonaban las viejas formas de hacer política. Las dejaron tras el descrédito social que sufrió la dirigencia tradicional, y luego de haber desplazado a Menem y su agotado modelo neoliberal, cuyas consecuencias de fondo la sociedad empezó entonces a ver con claridad.
Embarcado en una lenta construcción de poder propio, hábil de reflejos y dueño de una aguda capacidad política, Kirchner se sirvió de las viejas recetas peronistas mezcladas con toques personales: tinte populista, captación de movimientos sociales y cuadros de la oposición, firme posición en materia de derechos humanos y relaciones pendulares con sectores propios y adversarios, entre otras. El poder construido de esta forma es el que heredó la ex primera dama y senadora Cristina Fernández de Kirchner al hacerse cargo de la presidencia.
En la Juventud Peronista los Kirchner se iniciaron en la vida política. De ella tomaron su impronta,aunque cambiando la idea del peronismocomo particular camino hacia el socialismo por la tradicionallucha por la justicia social.
Luego de una larga esperadurante la década de Carlos Menem, la de 1990, tiempo en el que fueron actores moderados y poco críticos, les llegó su tiempo a los Kirchner, tras la crisis política, económica, social e institucional de 2001 y el gobierno de transición de Eduardo Duhalde.
Néstor Kirchner, delfín de Duhalde al comienzo de ese período, se mostró como el conductor de quienes abandonaban las viejas formas de hacer política. Las dejaron tras el descrédito social que sufrió la dirigencia tradicional, y luego de haber desplazado a Menem y su agotado modelo neoliberal, cuyas consecuencias de fondo la sociedad empezó entonces a ver con claridad.
Embarcado en una lenta construcción de poder propio, hábil de reflejos y dueño de una aguda capacidad política, Kirchner se sirvió de las viejas recetas peronistas mezcladas con toques personales: tinte populista, captación de movimientos sociales y cuadros de la oposición, firme posición en materia de derechos humanos y relaciones pendulares con sectores propios y adversarios, entre otras. El poder construido de esta forma es el que heredó la ex primera dama y senadora Cristina Fernández de Kirchner al hacerse cargo de la presidencia.
Más allá de las coyunturas, si hay cosas de las que jamás prescindirá un dirigente justicialista, sea conservador o no, es del discurso arengador que reivindica la justicia social y, especialmente, de la liturgia peronista.
Al grano
Como estrategia de imagen ante la opinión pública la presidenta recurrió a la liturgia peronista cuando enfrentó el paro del campo. Cristina Fernández organizó primero un gran acto en Parque Norte, rodeada de varios intendentes, gobernadores y sindicalistas para apoyarse en ellos y alinearlos a su postura. Luego llegó su convocatoria pública a Plaza de Mayo tras los choques entre el grupo de piqueteros oficialistas y manifestantes a favor de los reclamos de las gremiales agropecuarias. Los piqueteros oficialistas fueron liderados por Luis D’Elía, quien merecería un capítulo aparte. Fue convocado por el gobierno como operador en las calles para encarnar su fisonomía y su discurso. Chocó con los manifestantes que al ruido de las “cacerolas de teflón” (en contraposición a las que sonaban en 2001) rechazaron las políticas del gobierno para con el campo. En particular, condenan las retenciones a la exportación de granos de girasol, maíz, soja o trigo.
Estas protestas callejeras, si bien tuvieron su epicentro mediático en Plaza de Mayo, también se desarrollaron en los exclusivos barrios porteños de Belgrano, Colegiales o Recoleta. Este barrio fue el histórico lugar de residencia de varias familias tradicionales y de muchos de quienes tienen grandes intereses en juego en el campo.
Si bien la salida de Martín Lousteau del cargo de ministro de Economía llegó en el contexto de este conflicto, responde a diferencias con Kirchner en la línea económica a seguir. Pero el gobierno aún cuenta con un resto respetable para enfrentar al poderoso sector agroganadero desde lo institucional, pese a que el ámbito de las investiduras no fue el más explotado. La puja por la imagen ante la opinión pública se convirtió en un frente central para el gobierno ya que la oposición, en especial la ex candidata de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, busca capitalizar esta crisis para su futuro político al adherir a los reclamos de los productores y ahondar en sus críticas al gobierno.
La semana pasada el campo retomó las medidas de fuerza luego de la tregua de un mes que dispuso para dialogar con el gobierno. Las gremiales consideraron que no obtuvieron resultados positivos. Con el antecedente del paro anterior, los dos bandos definirán sus movimientos en esta segunda parte del conflicto. Pero los símbolos históricos que utilizan seguirán siendo los mismos de siempre.
En los discursos y posturas del campo subyace la idea de la Argentina del trabajo, unida y pacificada, con el pabellón patrio como estandarte, fundamentos de la clase dirigente del siglo XIX y de sus sucesores. Desde el oficialismo aparecen las formas, metodologías y discursos que surgieron con el peronismo, aunque un tanto devaluadas por el reacomodo del movimiento y las fundamentales diferencias de contexto que existen entre las dos primeras presidencias de Perón y el actual gobierno justicialista de los Kirchner. ■
Como estrategia de imagen ante la opinión pública la presidenta recurrió a la liturgia peronista cuando enfrentó el paro del campo. Cristina Fernández organizó primero un gran acto en Parque Norte, rodeada de varios intendentes, gobernadores y sindicalistas para apoyarse en ellos y alinearlos a su postura. Luego llegó su convocatoria pública a Plaza de Mayo tras los choques entre el grupo de piqueteros oficialistas y manifestantes a favor de los reclamos de las gremiales agropecuarias. Los piqueteros oficialistas fueron liderados por Luis D’Elía, quien merecería un capítulo aparte. Fue convocado por el gobierno como operador en las calles para encarnar su fisonomía y su discurso. Chocó con los manifestantes que al ruido de las “cacerolas de teflón” (en contraposición a las que sonaban en 2001) rechazaron las políticas del gobierno para con el campo. En particular, condenan las retenciones a la exportación de granos de girasol, maíz, soja o trigo.
Estas protestas callejeras, si bien tuvieron su epicentro mediático en Plaza de Mayo, también se desarrollaron en los exclusivos barrios porteños de Belgrano, Colegiales o Recoleta. Este barrio fue el histórico lugar de residencia de varias familias tradicionales y de muchos de quienes tienen grandes intereses en juego en el campo.
Si bien la salida de Martín Lousteau del cargo de ministro de Economía llegó en el contexto de este conflicto, responde a diferencias con Kirchner en la línea económica a seguir. Pero el gobierno aún cuenta con un resto respetable para enfrentar al poderoso sector agroganadero desde lo institucional, pese a que el ámbito de las investiduras no fue el más explotado. La puja por la imagen ante la opinión pública se convirtió en un frente central para el gobierno ya que la oposición, en especial la ex candidata de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, busca capitalizar esta crisis para su futuro político al adherir a los reclamos de los productores y ahondar en sus críticas al gobierno.
La semana pasada el campo retomó las medidas de fuerza luego de la tregua de un mes que dispuso para dialogar con el gobierno. Las gremiales consideraron que no obtuvieron resultados positivos. Con el antecedente del paro anterior, los dos bandos definirán sus movimientos en esta segunda parte del conflicto. Pero los símbolos históricos que utilizan seguirán siendo los mismos de siempre.
En los discursos y posturas del campo subyace la idea de la Argentina del trabajo, unida y pacificada, con el pabellón patrio como estandarte, fundamentos de la clase dirigente del siglo XIX y de sus sucesores. Desde el oficialismo aparecen las formas, metodologías y discursos que surgieron con el peronismo, aunque un tanto devaluadas por el reacomodo del movimiento y las fundamentales diferencias de contexto que existen entre las dos primeras presidencias de Perón y el actual gobierno justicialista de los Kirchner. ■
La Diaria, Montevideo - Uruguay, 14 de Mayo de 2008
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