20 marzo 2009

Superpoderes o kriptonita

Las legislativas argentinas se convierten para oficialismo y oposición en una bisagra hacia las presidenciales

El kirchnerismo y la oposición argentina afrontan en las elecciones legislativas, anticipadas o no, un punto de inflexión para lograr proyectarse hacia las presidenciales de 2011. Es el momento en que se define si la oposición cuenta con algo más que los errores del gobierno para captar votos, y si el oficialismo logra avanzar casillas sin cometerlos. Mientras tanto, se tejen las alianzas y se mueven las fichas.

Se lo mire como se lo mire, el actual mapa político de Argentina es adverso para el kirchnerismo. El proyecto de reforma de la ley electoral enviado por el Ejecutivo al Parlamento habla a las claras de tal adversidad: para capearla, al oficialismo le resultaría útil adelantar tres meses las elecciones legislativas, evitar 90 días de desgaste extra que lo harían llegar muy vulnerable a unos comicios que, tal como se presentan las cosas, significarían un plebiscito a su gestión y su posible continuidad al frente del gobierno. A su vez, el as en la manga (o el último recurso) de oficialismo es la dilatada oficialización de la candidatura del propio ex presidente Néstor Kirchner, quien competiría en territorio de la provincia de Buenos Aires, el distrito en el que se define la elección. Reprobando el test de la lealtad, el conflicto fue dirimido y sellado por el voto negativo del vicepresidente Julio Cobos a la resolución 125 (retenciones a la exportación agroganadera), lo que constituyó el primer gran revés para los Kirchner desde que ocupan la Quinta presidencial de Olivos. Y de esa coyuntura el arco opositor obtuvo un rédito que meses antes era inimaginable. El episodio, además, le otorgó protagonismo al hasta entonces opaco Cobos, quien pasó a ser tanto el Judas de los Kirchner como la figura -y no el referente- que la oposición necesitaba imperiosamente para relanzarse.
Cobos bien sabe hasta dónde caló su voto “no positivo”, tanto en perjuicio del oficialismo como a favor de la oposición y del propio futuro político. El radicalismo no dudó un instante en proponer su reafiliación al partido, del que fue expulsado con todas las deshonras cuando concretó el acuerdo para integrar la fórmula presidencial de los Kirchner. Pero hoy Cobos (gracias también a una alta mediatización en la cual se lo llegó a equiparar con el mismísimo José de San Martín) es el eje sobre el cual pivotean varios dirigentes de la oposición en el armado de alianzas o frentes electorales que le hagan sombra de una vez por todas al kirchnerismo.

Conquistar y conservar
Ya es bien conocida la metodología que utilizó Kirchner para construir poder propio a partir de un 22% del electorado prestado por el ex presidente Eduardo Duhalde, en un contexto en el que la clase política en general era aún cuestionada con fuerza tras los levantamientos populares y la posterior renuncia de Fernando de la Rúa a fines de 2001. Transversalidad, cooptación y el alineamiento de sectores potencialmente hostiles, a través de una impronta y políticas de neto corte progresista, fueron, entre otras, las herramientas de Kirchner para consolidarse y llegar a alcanzar altos niveles de popularidad.
Desde luego que para tener poder real, y más aun dentro del peronismo, es indispensable contar con el apoyo de aquellos que, sea en ámbitos municipales o provinciales, cuenten con una cantidad de votos importante que sume al conjunto para obtener resultados electorales. Se trata de favores recíprocos, ya que cada intendente o gobernador alineado con quien controle los fondos de la Nación podrá acceder a partidas presupuestarias especiales que le permitan realizar obra pública, acaso la mejor inversión para cosechar más votos. Otro beneficio, para aquellos que pretendan gravitar con e propio peso, sería obtener algún cargo político. Pero si la buena estrella del líder empieza a perder brillo, intendentes y gobernadores comenzarán a poner distancia: unos a la espera de que se dirima la lucha por la conducción nacional, para ver a quién respaldan, y otros para lanzarse al ruedo en caso de que tengan proyecto político propio. Ésa es la situación que se presenta hoy, y su prólogo podría empezar a escribirse en las próximas elecciones de junio (o de octubre).

Los errores
Con altos índices de popularidad, beneficiado por un contexto político regional favorable -del cual participó en forma activa- y con el aparato partidario a su disposición, Néstor Kirchner pecó, durante su manda¬to, de intransigente cuando no era necesario serlo; sugestión manipuló los índices del Instituto de Estadís¬tica y Censos (INDEC) para no hacer públicos unos números que no le favorecían; él sostuvo contra viento y marea (al igual que la actual manda¬taria) al cuestionadísimo Guillermo Moreno en la Secretaría de Comercio Interior y consolidó una criticada forma de conducción unipersonal que no admitía disensos. La presidenta Cristina Fernández siguió los mismos pasos que su esposo en varios aspectos, en especial en la intransigencia, y jugó a todo o nada en circunstancias en las que el diálogo y los consensos la hubiesen dejado mejor parada, ahorrándole un desgaste extra al que acarrea un año y medio de su gestión y cuatro de la de Kirchner. Durante el recurrente conflicto gobierno-ruralismo, Cristina Fernández prefirió dar batalla alineando a su tropa (legisladores, intendentes, gobernadores, sindicalistas) en lugar de utilizar las facultades que le confiere su investidura para diferenciarse de una característica que a su esposo le jugó en contra ante la opinión pública.

Futuro próximo
Sin ejercer cargo público alguno, Kirchner es hoy el principal operador del gobierno y su figura más sobresaliente, que llega incluso a eclipsar a la presidenta. Asimismo, se presenta tácitamente como la figura de recambio y no permite el ascenso de aliados, como es el caso de Felipe Solá (hombre a quien el kirchnerismo confió la administración de la estratégica provincia de Buenos Aires), que optaron por tejer alianzas extrapartidarias
Si el ciclo que el oficialismo preveía cumplir era Kirchner-Fernández-Kirchner, la última etapa está en peligro no sólo por los errores cometidos, sino también por el desgaste natural que implica gobernar con un reducido número de colaboradores sumado al accionar de la oposición.
El test que significaron las elecciones provinciales de Catamarca, en las que el oficialismo unido a sectores del peronismo disidente perdió por más de 30 puntos porcentuales, abre la posibilidad de que el gobierno no conserve la mayor parte de las bancas a renovar en las legislativas, aunque por un margen mucho menor. De darse este resultado, quienes resulten triunfadores podrán seguir pensando en sus aspiraciones presidenciales con algo más entre sus manos que los errores ajenos. Pero antes restan dos instancias: la modificación de la ley electoral para adelantar los comicios a junio (que en Diputados ya fue aprobada) y la votación en sí. El presente es un momento bisagra en el camino hacia las presidenciales de 2011, que requiere movimientos quirúrgicos porque no hay lugar para el más mínimo error. Quienes cometan alguno estarían sellando su futuro político, al menos a corto y mediano plazo. ■

Nota publicada en la diaria, Montevideo - Uruguay, el 20 de Marzo de 2009

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